El siguiente cuento fue publicado en Venezuela, México, Argentina, Chile y Paraguay en revistas digitales.
De fondo sonaba un viejo blues versionado por un gran músico pero que es poco conocido, o simplemente se lo conoce por esa versión de un clásico de la música. Él se encontraba escribiendo uno de sus últimos cuentos. Sentía una enorme satisfacción cada vez que se sentaba frente a su computadora con una hoja en blanco para rellenar de imaginación. Siempre escribía con jazz o blues de base, pues la melodía lo inspiraba y acompañaba. A la izquierda de su ordenador estaba el cenicero lleno de colillas de cigarros, y apoyado en uno de los huecos había un cigarrillo recién encendido, se daba dos pitadas y seguía tipeando.
Sin saber cómo habían pasado las horas, se empezó a sentir molesto. Sintió que algo se deslizaba por su hombro izquierdo, y el frío en el dormitorio reinó ante todo. Siguió con su historia, casi que evadiendo lo que estaba ocurriendo. Esa cosa seguía trepando por su extremidad y nunca había sentido tal sensación de estar en el Polo Norte en ese cuarto, incluso en los días más helados de invierno. Giro sin moverse de su silla con ruedas y no se encontraba nada ni nadie. Sin embargo lo perseguía esa impresión de incomodidad. Se torció de vuelta pero esta vez para seguir con su cuento, y la totalidad de lo que permanecía ya escrito, que le llevó horas y horas, ya no existía, la hoja era un simple espacio en blanco.
Esta vez optó por enderezarse de la silla e inspeccionar todo el cuarto para corroborar que ninguno de sus hijos estuviese jugando al fantasma. No halló nada, notó también que la música que sonaba de fondo era la novena sinfonía de Beethoven. Y cada vez se escuchaba más fuerte. Mientras se fijaba abajo de la cama no encontró ni las migas del pan y se levantó del suelo para ir a su asiento y reescribir el resto. En ese momento, al levantarse, reparó que en su trono había una persona sentada y recostada contra la computadora, no podía identificar de quién se trataba, pero de seguro que no la conocía. Se fue acercando de a poco hacia el banco, la escena comenzó a ponerse borrosa, y lo único que sintió fue una mano que fuertemente le agarró el brazo izquierdo y enseguida abrió los ojos y ahí estaba, el conjunto de cosas en su lugar, él frente a su ordenador y la historia escrita por la mitad y un montón de letras y espacios sin sentido luego de una frase, algo así: <<agarró el jarrón roshjoleicvety2…>>. El blues seguía reproduciéndose en automático y su mente se encontraba aún más tranquila por el hecho de darse cuenta que fue solo una pesadilla y de que no perdió su cuento.
Su hija de ocho años le había tomado del brazo para despertarlo ya que empezaba a babear el teclado. La incógnita que queda en este caso es: ¿Si ella no lo hubiese agarrado de la extremidad, qué habría pasado? ¿Descubre al final quién era el individuo sentado en su computadora? No lo sé, lo único que puedo decir es que voy a dejar esta historia por aquí ya que siento una molestia en mi hombro izquierdo y sinceramente me empezó a dar frío, creo que tomaré un descanso.
Lucas Migdal.
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