Ir al contenido principal

¿Debería tenerle miedo a la muerte?


<<I am not frightened of dying. Anytime will do, I don’t mind…

¿Why should I be frightened of dying?>>


<<No tengo miedo de morir. En cualquier momento, no me importa…

¿Por qué debo tener miedo a morir?>>


PINK FLOYD.


Y de repente estaba ahí, sentado frente al espejo, todo se me hacía tan confuso. No entendía por qué estaba encerrado entre cuatro paredes esperando que alguien (de no sé dónde) me rescatara. 

Era un cuarto especial, como ningún otro, paredes amarillas y no necesariamente pintadas sino de mugre, en una de ellas había un espejo largo con manchas imposibles de sacar y, enfrente, una silla de madera vieja. Todo daba la impresión de tener siglos ahí, la silla comida por las polillas y el olor asqueroso a orina que provenía del váter, que se encontraba a escasos metros detrás de mí.

¿Qué hacía ahí? De verdad me lo preguntaba, pero no daba con la respuesta.

No sé por qué estaba ahí, o capaz que sí lo sé y no lo recordaba, me sentía como drogado, debió ser eso que me quitó la memoria. No tengo idea de qué me habían metido en el organismo, pero seguro que no era algo bueno. También sabía que me habían secuestrado.


Sentía como si alguien estuviese gritando en mi cabeza desgarradoramente…, no entendía el motivo de que JUSTO YO estuviera ese lugar. ¿Justo yo? ¿Es en serio? Soy el tipo más bueno que hay, sería incapaz de lastimar a alguien, jamás me agarré a las trompadas, no estoy metido en cosas turbias; soy un pelotudo, eso sí…, tengo treinta años y sigo viviendo con mis viejos, no estudio ni trabajo, pero soy buena persona. 

Qué lánguido me sentía, quizá era por la cruda droga que me habían metido…, o quizá.., no, no podía ser eso.


O tal vez sí. 

¿Me estaba muriendo?


De repente, el espejo en el que me estaba mirando hacía largas horas, tembló por unos segundos y escuché el ruido de un auto que se acercaba. La habitación no tenía ventanas, pero sentía como si el vehículo se hubiese dado la vuelta al lugar y vuelto unos metros atrás para estacionarse justo detrás de mí. Sentí el golpe de las puertas, fueron dos portazos. Era evidente que eran dos personas.

No escuché nada más por unos minutos, hasta que me golpearon la puerta…


—¿Y campeón estás mejor?

—¿Quién, quién sos?— tartamudeé confundido— ¿Qué, hago acá?

— Mirá, campeón, vos tranquilo— suspiró y agregó— no hay razón alguna para que tengas miedo. De verdad te lo digo, estoy para ayudarte.., mejor dicho—mientras le abría la puerta al otro, agregó— estamos para ayudarte.

— ¿Ah sí? ¿Si están para ayudarme por qué me tienen acá encerrado?—miré a los dos con recelo. 

— Mirá…Yo te explico—dijo y empezó a mirar a todos lados y a ninguno, buscando como decirme las cosas.

— ¡No, mirá un carajo! ¡Decime por qué mierda me tenés acá! Y desatame de esta silla hecha mierda que en cualquier momento voy a empezar a criar polillas.

Se miraron por un segundo

— Dejá, yo le explico, va a ser lo mejor.

— ¿Y vos quién sos?—lo miré y pensé «por fin habló el mudo».

— Por favor, te pido que cierres los ojos y me escuches, que lo que tengo para decirte es de vital importancia.


Cerré los ojos y por unos segundos escuché, pero no entendí nada, y luego ya no oí más. Me habían dopado con una especie de calmante.


Mientras tanto en otro cuarto de la casa.


— ¿Va a salir de esta?

— No sé Nando, es complicado, pero no imposible.

—¿Vos creés que podrá volver a ser quien en algún momento fue? En serio te lo pregunto, como amigos.., ya lo hemos visto mal, pero así jamás—se miraron por un segundo—Dale Germán, decí algo.

— Lo único que sé con certeza es que va a ser un partido difícil—dijo mientras apagaba el cigarrillo contra el cenicero—. Tuve que ponerle un calmante sino iba a ser muy complicado que entendiera, estos días serán así, preparáte— mientras se levantaba de la silla agregó—todo esto es por su bien, y lo sabés, así que te necesito calmo y centrado.

—Si, lo sé, pero es inhumano tenerlo en ese cuarto, no tiene ventana, se mira al espejo y piensa que la silla está comida por las polillas.

—Tiene que aprender, de una vez por todas, que con la vida no se juega. Además, ya está grande para jugar a que es un pendejo.


Ahora de vuelta en el cuarto, Fabián comenzaba a despertarse.


El espejo se ve más limpio, y la silla parece nueva. ¡Bien! Ya no estoy atado, pero al pararme me mareé un poco, debe ser la droga que me metió ese gil. 


—Hola Fabián, ¿cómo estás? Amaneciste mejor. ¿Te podés parar solo?— Hizo el intento y al no poder, extendió los brazos—. Vení, acompañame, te voy a mostrar dónde estás.

—Acá estás hace aproximadamente unas tres semanas,  y no, no te secuestramos.

—Entonces… ¿qué hago acá?

—Te lo quisimos explicar hace dos días, pero no hubo caso, estabas totalmente fuera de tus cabales, tus ojos estaban mirando a todos lados al mismo tiempo, y por eso decidimos junto con Nando darte un calmante que te ayudara a descansar.

— Fabi, amigo— lo agarró y le dió un fuerte abrazo—¿ahora me reconocés? Mirá que hace tiempo te estamos cuidando campeón. Todo lo que dice tu psicólogo tiene razón, ah, por cierto, ¿te acordás de Germán no? 

—No, o sea sí, a vos te reconozco…, pero Germán el psicólogo.., no me suena.

— Mirá, ¿vez esto? Ese de la derecha soy yo, el del medio (debo decir que casi irreconocible), sos vos y el que está al lado tuyo es Germán, tu psicólogo, que justo ese día se prestó para jugar un fútbol cinco porque nos faltaba uno. De esta foto hace un año, vos recién habías empezado con la cocaína y estabas algo eléctrico de más pero lo disimulabas bastante bien, al mes de eso ya no había forma de que comprendieras la diferencia entre un cigarro y un porro. En fin Fabián, te mandaste muchas cagadas, te internamos una vez durante un mes y no funcionó, volviste a recaer a las dos semanas y ahí fue cuando decidimos, con tus padres, que era hora de tomar medidas más drásticas. Por eso estás acá, en una casa de campo que perteneció a tu padre, hace muchos años, incluso antes que se casara con tu vieja. Ahora que te vemos más lúcido es que te contamos todo esto. ¡Podías haber muerto Fabián! ¿Entendés la gravedad de la situación?


Fabián rompió en llanto, cual niño chico que el hermano mayor le esconde el juguete. Los dos, psicólogo y amigo lo abrazaron. Minutos después, fue a lavarse la cara al baño, no encontraba toalla para secarse y se le ocurrió ir a buscar una por la casa. Recorrió todo y no encontraba nada más que mugre, hasta que entró al cuarto en el que estuvo recluido, y en el respaldo de la silla comida por las polillas, pudo ver una toalla amarilla, tan amarilla como las paredes teñidas de mugre antiquísima. Una vez que agarró la toalla, la puerta detrás de él se cerró de un golpe seco, la poca luz que entraba se había disipado. Corrió hacía la puerta para abrirla rápido, antes de que alguien cerrara con llave del otro lado, pero lo que más le sorprendió fue que no encontraba la puerta. 

Tanteó en plena oscuridad toda la habitación y no encontró puerta alguna. Se empezó a desesperar y gritaba para todas direcciones, pero no parecía haber nadie del otro lado. Luego de unas horas, ya cansado, se sentó en la penumbra del lugar y sentía que algo le caminaba en todas direcciones. Estaba sentado en la silla llena de polillas, se había pasado la toalla por la cara, y no se percató de que tenía arañas y que ahora estaban trepando por su rostro y comiéndolo vivo. 

Fabián gritó de terror hasta sus últimos minutos, pero nadie lo escuchó.


Y vos, ¿alguna vez pensaste si deberías tenerle miedo a la muerte?




Comentarios

  1. Hola ,me gustó mucho ,te deseo lo mejor en esto que tanto te gusta , éxitos 😍👍❤️

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Luis y su historia parte 1

  I La sala de psiquiatría está llena de gente, más de lo habitual, sobre todo en tiempos de pandemia. Odio tener que estar metido aca horas y horas esperando que aparezca la doctora.  A veces pienso que las horas se transforman en días en esta sala de espera.  Por suerte la doctora ya me atendió, estaba todo en orden, me dejó la medicación igual al mes pasado, las mismas dosis, las mismas pastillas. Por momentos me cansa el tener que tomar las pastillas, sobre todo la de la noche. Aunque soy consciente de que de no tomarla, me veré obligado a entablar una conversación con la psiquiatra de turno del sector de urgencias del hospital. Otra cosa de la que soy consciente es, que si llego a esa situación (la de intentar conversar con la psiquiatra de turno), es porque ya es demasiado tarde, es decir…, está pasando de nuevo. Lo peor no es que pase nuevamente, sino que todos a mi alrededor se percatan de lo que está pasando y el único que no lo hace, soy yo. Es en esos momentos, en que me pre

Me he tomado un tiempo...

Hola, ¿cómo estas? hace bastante que no escribo por acá, sin embargo eso no quiere decir que no lo este haciendo. Si bien es cierto que pasé varios meses sin escribir, intenté de que el tiempo no escribiendo sea el menor. Ya paso un poco más de un año desde mi última publicación en el blog. Cuando armé esa publicación recuerdo que no estaba muy seguro del contenido, la clásica, siempre me pasa lo mismo y me pregunto "¿estará bueno esto? ¿Alguien lo leerá completo o lo deja a medio camino porque se aburrió?". Y así estoy un buen rato, hasta que por un impulso muchas veces nato, otras veces desconocido, digo "ta, ya está, lo tengo que publicar". Lo hago y siento un gran alivio, esa sensación de que terminé un trabajo y no sé qué tan bien me habrá quedado, pero lo que siempre destaco es que lo hice como quise hacerlo. Algo que espero no me pase es quedarme sin ganas de escribir.  Como dije al principio, escribí menos, pero escribí. Entonces en estos días voy a ir publi