Ir al contenido principal

Luis y su historia parte 1

 I


La sala de psiquiatría está llena de gente, más de lo habitual, sobre todo en tiempos de pandemia. Odio tener que estar metido aca horas y horas esperando que aparezca la doctora. 

A veces pienso que las horas se transforman en días en esta sala de espera. 


Por suerte la doctora ya me atendió, estaba todo en orden, me dejó la medicación igual al mes pasado, las mismas dosis, las mismas pastillas.

Por momentos me cansa el tener que tomar las pastillas, sobre todo la de la noche. Aunque soy consciente de que de no tomarla, me veré obligado a entablar una conversación con la psiquiatra de turno del sector de urgencias del hospital. Otra cosa de la que soy consciente es, que si llego a esa situación (la de intentar conversar con la psiquiatra de turno), es porque ya es demasiado tarde, es decir…, está pasando de nuevo.

Lo peor no es que pase nuevamente, sino que todos a mi alrededor se percatan de lo que está pasando y el único que no lo hace, soy yo. Es en esos momentos, en que me pregunto cosas tales como: ¿Por qué debo de pasar por esto por tercera vez consecutiva?¿ Es de público conocimiento que hay una fórmula para esto? Porque siendo sincero, no encuentro motivos para creer en esa fórmula, de hecho, si mi memoria no me falla, puedo argumentar que en un espacio recóndito de mi inconsciente, y, de alguna forma que desconozco, yo sabía que la historia se repetiría. Por lo tanto, también puedo decir, que la fórmula (desde mi punto de vista), no siempre aplica, y de aplicarse siempre (cosa que pongo en duda) no es cien por ciento igual que las otras veces. 

Poniendo punto y aparte en este tema, déjenme hacer un paréntesis, sólo para ponerlos en contexto.


Corría el año 2013, un año algo complicado para mi, poco tiempo antes mis padres se habían separado, y mi experiencia con el alcohol había pasado de ser nula, a dos o tres latas de cerveza por dia. Dicho sea de paso, mis <<amigos>> no me llevaban por buen camino, y lo pongo entre comillas porque al poco tiempo la vida me enseño que un amigo no es así. Debido a mi tempranera adicción por el alcohol, mi vida comenzó a dar una vuelta de tuerca un tanto…, complicada.


¿Que había pasado ese año (aparte de lo dicho en el anterior párrafo) que me hizo cambiar (para mal) mi forma de ver el mundo? Es una pregunta digna de contestar en una sesión de terapia, y que dicha respuesta puede llevar a tratar varios temas que se exponen en la mesa. Para empezar, yo dividiría la pregunta en dos GRANDES incógnitas. La primera (bastante evidente) sería, ¿qué había pasado ese año?, y la segunda, ¿qué fue lo que me hizo cambiar mi forma de ver el mundo? Quizá me lleve un tiempo contestar de forma adecuada las dos preguntas, pero haré mi mayor esfuerzo. 

Como ya he comentado, comencé a beber grandes cantidades de alcohol, y también, a salir por las noches con mis <<amigos>>. Quizá suene como algo super común,  <<es solo un adolescente que quiere salir a divertirse con sus amigos>>. Pero no salgo de mi asombro, al ver en retrospectiva mis comportamientos de aquella época, era muy de dejarme llevar por otros, hacia lugares no muy lindos. Todo ocurrió el sábado veinte de julio a la noche. Habíamos ido a comprar el alcohol a un kiosco que estaba en la esquina de mi casa, compramos tres cajas de vino rosado y unas tres botellas de seiscientos mililitros de vodka con jugo de limón. La cantidad de vino y vodka se debía a que éramos tres, la chica que me gustaba del liceo, un amigo mío de aquella época y yo, por lo tanto había un litro de vino y un vodka para cada uno. No habíamos comido nada. Mi estómago rugía furioso por comida y fue lo único que no le di aquella noche. 

Se podría decir que el embriagamiento estaba tocando la puerta.


Así fue como sentí que mi cabeza se iba apagando, tenía ciertos momentos de lucidez, pero, enseguida volvía al estado de ebriedad máximo en que un ser humano puede estar. Casi que sin preocuparme en lo absoluto, seguía tomando de la caja de vino, seguía contaminando mi organismo y seguía (dicho de otra forma) llevando al extremo mi vida…, sin advertir que pronto todo iba a terminar…, y no necesariamente de la mejor manera.


Comentarios

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  2. Muy buen trabajo. Por momentos me la forma de narrarlo me hizo imaginar las situaciones con detalles. Voy a leer los demás!

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

¿Debería tenerle miedo a la muerte?

<<I am not frightened of dying. Anytime will do, I don’t mind… ¿Why should I be frightened of dying?>> <<No tengo miedo de morir. En cualquier momento, no me importa… ¿Por qué debo tener miedo a morir?>> PINK FLOYD. Y de repente estaba ahí, sentado frente al espejo, todo se me hacía tan confuso. No entendía por qué estaba encerrado entre cuatro paredes esperando que alguien (de no sé dónde) me rescatara.  Era un cuarto especial, como ningún otro, paredes amarillas y no necesariamente pintadas sino de mugre, en una de ellas había un espejo largo con manchas imposibles de sacar y, enfrente, una silla de madera vieja. Todo daba la impresión de tener siglos ahí, la silla comida por las polillas y el olor asqueroso a orina que provenía del váter, que se encontraba a escasos metros detrás de mí. ¿Qué hacía ahí? De verdad me lo preguntaba, pero no daba con la respuesta. No sé por qué estaba ahí, o capaz que sí lo sé y no lo recordaba, me sentía como drogado, debió ser

Me he tomado un tiempo...

Hola, ¿cómo estas? hace bastante que no escribo por acá, sin embargo eso no quiere decir que no lo este haciendo. Si bien es cierto que pasé varios meses sin escribir, intenté de que el tiempo no escribiendo sea el menor. Ya paso un poco más de un año desde mi última publicación en el blog. Cuando armé esa publicación recuerdo que no estaba muy seguro del contenido, la clásica, siempre me pasa lo mismo y me pregunto "¿estará bueno esto? ¿Alguien lo leerá completo o lo deja a medio camino porque se aburrió?". Y así estoy un buen rato, hasta que por un impulso muchas veces nato, otras veces desconocido, digo "ta, ya está, lo tengo que publicar". Lo hago y siento un gran alivio, esa sensación de que terminé un trabajo y no sé qué tan bien me habrá quedado, pero lo que siempre destaco es que lo hice como quise hacerlo. Algo que espero no me pase es quedarme sin ganas de escribir.  Como dije al principio, escribí menos, pero escribí. Entonces en estos días voy a ir publi